Estábamos las tres paradas en frente de la Olímpica. Atrás de nosotras el arco de Corferias se veía enorme y contrastaba con la edificación del supermercado, seguimos caminando entrando por el parqueadero.
Apunto de entrar al olímpica nos dimos cuenta de algo bastante curioso, la sensación de estar en frente del supermercado surge en el momento en el que nos paramos enfrente del anuncio, pues la entrada principal no solo se encuentra debajo de este, sino que también la estructura del lugar nos indica lo mismo. Algo parecido sucede en las tiendas de barrio en donde se siente la misma sensación.
Para experimentar las semejanzas y diferencias entre un supermercado de cadena y una tienda de barrio fuimos a la tienda San Jorge, ubicada a sólo unas cuantas cuadras de la olímpica.
Cuando se entra a los dos lugares algo extraño sucede, sentimos la ubicación espacial es mejor en el supermercado porque los sentidos nos ayudan a saber en qué sección nos encontramos y cuál se encuentra detrás de nosotras, por ejemplo, los avisos dentro del lugar nos dicen a qué pasillo vamos a entrar o qué clase de productos están enfrente y los olores de los diferentes productos ayudar a saber si se encuentran detrás, un ejemplo muy específico es el de la sección de panadería que por el olor tan peculiar que tienen sus productos, es fácil saber dónde está cuando no se encuentra en el marco visual.
En la tienda San Jorge, los olores se mezclan debido a que su marcación no es tan clara, se confunden entre ellos y dan un olor conjunto lo cual no permite que los sentidos jueguen a saber que es lo q se encuentra delante y detrás.
Al salir de los dos lugares recordamos que mientras nos encontrábamos frente al supermercado, detrás de nosotras se encontraba uno de los hitos más importantes de la ciudad, Corferias, que aunque no estuviera a nuestra vista, al salir del lugar pudimos notar su presencia pues ahora se encontraba delante nosotras y no detrás como cuando llegamos al lugar.
Estando en el supermercado Olímpica, fue curioso notar que a pesar de ser un sitio de acceso público el primer funcionario que nos recibió fue un celador que observaba cautelosamente a los clientes, detallando su ropa, los acompañantes, los rostros, cumpliendo una función privada de seguridad en un lugar aparentemente público.
El hombre de seguridad privada nos miró de arriba abajo, sonrió y nos dejó entrar.
Al ingresar fue inevitable ignorar las cámaras de seguridad en todo el supermercado, ojos privados que observaban al público.
Fuimos inmediatamente a la oficina del gerente para preguntar si era posible tomar algunas fotografías argumentando que eran para un trabajo de la universidad y sin olvidar mencionar que éramos comunicadoras de la Javeriana. Sin embargo, el gerente se negó y mencionó que las políticas del supermercado no permitían el uso de cámaras en el lugar.
El supermercado Olímpica privatizó en ese momento una acción pública, no sólo al no permitir el uso público de cámaras sino al utilizar estas mismas para ejercer control sobre un acto público: ir a hacer mercado.
Pero sabíamos que solo a unas cuantas cuadras hacia la derecha estaba el encanto público de la tienda San Jorge. No había ninguna persona de seguridad en la entrada, los clientes entraban libremente al lugar si ser cuestionados por alguien. Sin embargo, se veía a un mendigo esperar afuera del establecimiento porque si bien sabe que este lugar tiene un acceso público, existen algunas barreras mentales que sin necesidad de anuncio alguno, privatizan el ingreso.
En la tienda San Jorge sí se permitía el uso de cámaras, libremente nos dejaron tomar fotografías y hacer videos de los productos, los funcionarios y la clientela.
Sin embrago, notamos que en comparación con la Olímpica, San Jorge resultó ser un lugar aún más privado, pues su clientela es constituida, en su gran mayoría, por habitantes del sector. Los cajeros los saludaban con un “vecino buenas tardes”, privatizando así en alguna medida el uso de lugar.
En grandes supermercados como la Olímpica la atención no es tan personalizada y cualquier bogotano que pase casualmente por allí es tratado de la misma manera que quienes compran en el lugar con mayor frecuencia.
Estando dentro de la Olímpica nos percatamos de la relación centro periferia del lugar. Acorde con el comportamiento de los clientes, nos dimos cuenta que el punto de atracción eran las estanterías. Allí las personas consiguen los productos y es la actividad primordial de los clientes. En la periferia entonces quedaban unas pequeñas islas de servicios opcionales como una tienda naturista, un stand de Comcel y el puesto de baloto electrónico.
En San Jorge el punto central son las cajas. Al entrar quienes primero nos saludaron y se percataron de nuestra presencia fueron los cajeros. No adentramos hacia la estantería, hicimos algunas compras y retornamos a las cajas. Allí con una sonrisa de reconocimiento, los cajeros cancelaron nuestros productos. San Jorge se convierte entonces en uno de los lugares de reunión de los habitantes de las señoras del barrio el Recuerdo. Estando allí vimos a más de 6 mujeres mercando. Esta condición otorga a San Jorge una noción de centralidad teniendo como periferia el barrio el recuerdo.
Sin embrago, San Jorge es periferia también de la Olímpica, pues al ser un supermercado de cadena reúne una periferia mucho más amplia en la que se encuentran los habitantes del barrio, los habitantes de los edificios, los visitantes a Corferias y el pequeño comercio de los alrededores como el supermercado San Jorge.
Caminando por los pasillos del supermercado olímpica, observando su orden, su distribución y la clase de gente que transita por sus pasillos, pudimos caer en la conclusión de que la organización del lugar respondía a un pensamiento que podríamos decir de ‘Norte’, pues mientras más caminábamos veíamos gente muy organizada comprando sus productos y que requería de cierto comportamiento para permanecer en este lugar.
La Olímpica era limpia, ordenada, tal como se representa a la cultura norte (Europa) dentro del mapa mental occidental. Pero sucede algo muy diferente en las tiendas de barrio.
En el caso de San Jorge, mientras caminaba por aquellos pasillos angostos y repletos de productos, veíamos cómo todo se mezclaba, cómo todo lo que incluso permanecía en su lugar, se mezclaba con lo demás. En ese entonces caímos en cuenta de que esta tienda tiene una organización más del sur, en otras palabras, más latinoamericana.
También durante el recorrido pudimos ver que muchos de los productos tienden a ser vistos más desde una perspectiva internacional pues los productos que encontrábamos en las repisas del supermercado de cadena, respondían a un público mucho más cosmopolita acorde a los movimientos internacionales, pero cuando nos dirigíamos hacia los productos de la línea de estantes en la tienda de barrio, es fácil identificar que estos productos responden a un público más encerrado en lo local, además, lo productos aquí no son de la misma calidad, son de producción nacional y son mucho más baratos.
¿Cómo saber cuándo entramos?
Al entrar por el parqueadero, y mientras lo atravesábamos, llamó el novio de Katherine para que le indicara exactamente dónde estaba y así se pudieran encontrar. Es increíble, pero Katherine casi no puede darle las indicaciones. ¿Estaba adentro o afuera del supermercado? Claramente ya no estábamos en la calle, pues estábamos en los predios que pertenecían a los dueños de la cadena; pero tampoco estábamos en el supermercado, no habíamos cruzado la puerta de entrada, el vigilante no nos había notado y no podíamos empezar a escoger los productos y a comprar, que es lo que se hace en el supermercado. A la final el novio de Katherine nos alcanzó a ver y fuimos a comprar lo que necesitábamos; pero la situación estuvo dando vueltas en nuestra cabeza durante gran parte del día, incluso convirtió la tarde romántica de Katherine en un conversatorio de análisis de los espacios posmodernos en los que, gracias a la introducción de construcciones abiertas y la integración de la calle al espacio privado y viceversa, casi no es posible determinar cuándo entramos o salimos de un lugar.
Las ideas estuvieron centradas en lo que nos permitía sentirnos adentro o afuera de un lugar, y dada la situación en el supermercado y una visita experimental que luego hicimos a la tienda de la esquina que funciona también como supermercado, lo enfocamos particularmente a lo que nos permite decir que ya entramos o salimos de cada uno de estos lugares.
Empezamos hablando de los sentidos y que los olores y ruidos particulares de cada lugar eran un factor importante para sentirnos adentro, para reconocer el instante en el que teníamos al alcance los productos y determinar que estábamos adentro o afuera del supermercado.
A pesar de ser un factor coincidente en los dos lugares, tiene características diferentes.
Sabemos que estamos dentro de la tienda o supermercado de barrio por su característico y fuerte olor a “de todo”. Cuando nos sentimos rodeadas por el indescifrable aroma de verduras, mezclado con detergente e incluso tierra, sabemos que estamos en el supermercado de la esquina, seguramente comprando algún producto que se necesite con urgencia. En el supermercado de cadena, en cambio, a pesar de que el olor es importante y también nos permite identificar que estamos adentro e incluso, por la organización de las secciones y, por tanto, de los olores, sabemos cuándo entramos a determinada sección, los ruidos son un factor más fuerte a la hora de identificar si estamos adentro o afuera del supermercado. Por el bullicio de los compradores, el sonido de las cajas registradoras o de los refrigeradores, los anuncios por parlantes e incluso el sonido de las gigantescas lámparas pudo decir que estamos adentro del supermercado y que ahora podíamos empezar a escoger los productos y hacer la compras necesarias.
Sabemos que estamos dentro de la tienda o supermercado de barrio por su característico y fuerte olor a “de todo”. Cuando nos sentimos rodeadas por el indescifrable aroma de verduras, mezclado con detergente e incluso tierra, sabemos que estamos en el supermercado de la esquina, seguramente comprando algún producto que se necesite con urgencia. En el supermercado de cadena, en cambio, a pesar de que el olor es importante y también nos permite identificar que estamos adentro e incluso, por la organización de las secciones y, por tanto, de los olores, sabemos cuándo entramos a determinada sección, los ruidos son un factor más fuerte a la hora de identificar si estamos adentro o afuera del supermercado. Por el bullicio de los compradores, el sonido de las cajas registradoras o de los refrigeradores, los anuncios por parlantes e incluso el sonido de las gigantescas lámparas pudo decir que estamos adentro del supermercado y que ahora podíamos empezar a escoger los productos y hacer la compras necesarias.
Después de nuestra visita experimental al supermercado de la esquina, tratando de encontrar nuevos factores que permitieran determinar cuándo se entra o se sale del lugar notamos algo tan evidente que se escapaba de las ideas que llevábamos formulando por un largo rato y que posiblemente es el factor más rotundo en esta cuestión.
Nos sentimos verdaderamente adentro cuando tenemos a nuestro alcance los productos, cuando efectivamente podemos realizar la labor que nos proponíamos al visitar el supermercado: escoger y comprar. En la tienda de barrio es casi imperceptible ya que por la falta de espacios amplios, los anaqueles con productos empiezan casi en la propia entrada y muchas veces incluso sobre la acera de la calle. En los grandes supermercados se puede identificar más fácilmente este factor, no estamos (o no nos sentimos) adentro hasta después de pasar las cajas registradoras, cuando ya tenemos acceso a los diferentes pasillos y a las estanterías de las que podemos escoger los productos. La integración de diferentes locales ajenos al supermercado en el mismo espacio en el que éste funciona crea una confusión de los límites que realmente demarcan el supermercado, es por esto que sólo después de atravesar las cajas registradoras y encontrarnos el ambiente habitual de supermercado con aparadores, productos y carritos de mercado podemos decir que ciertamente estamos adentro.
Al final el novio de Katherine mencionó algo sobre el hecho de que se sentía adentro de un supermercado sólo después de que era notado por el vigilante (para el caso de los grandes supermercados) o vendedor/tendero (en el supermercado de barrio), es decir cuando se sentía atendido y “con permiso” de comprar, pero ya estábamos algo cansadas y no nos esforzamos en discutir o profundizar en el tema. Nos fuimos los cuatro caminando en silencio, cada uno pensando y discutiendo en la mente lo complejo de los imaginarios urbanos.
Una vida de transformaciones
Llevo 18 años viviendo en la misma casa, viendo el mismo árbol pequeño pero bonito junto al poste de luz desde la ventana de mi cuarto, conociendo a los mismos vecinos y algunos nuevos que de vez en cuando aparecen y siendo testigo de las aventuras que diferentes generaciones han tenido en el parque de la cuadra que cada vez está más deteriorado.
He visto crecer a muchos e irse a otros, he sufrido los intentos de la alcaldía por arreglar la pavimentación de las calles una y otra vez y he sido testigo de las transformaciones que trajo la apertura de un pequeño supermercado en la esquina y, unos años más tarde, la inauguración del gran supermercado de cadena que está a pocas cuadras.
Lorena (una amiga) y nosotras, dedicamos gran parte de la charla a conversar sobre estos supermercados y el cambio que han significado para el barrio. Comentamos lo silencioso y solitario que era el barrio antes, especialmente antes de que abrieran el pequeño supermercado de la esquina que no sólo trajo consigo más personas y ruido que inundaron la cuadra, sino que incentivó la apertura de otros cuantos locales comerciales que para nuestro juicio le quitaron estética, ‘residencialidad’ y tranquilidad al barrio.
Lorena me contó que durante el primer año en su nueva casa, ninguno de sus amigos conocía el barrio del que venía (el mío), me dijo que algunos creían que decía mentiras y que hasta les parecía gracioso el nombre del barrio. Pero que en los últimos años ha notado que más personas conocen y hablan del barrio y que incluso muchos le piden indicaciones para llegar porque tienen que visitar a alguien venir a algún cerca. Eso me pareció extraño, pero pensándolo bien a mí también me ha pasado lo mismo, antes nadie conocía mi barrio y ahora estaba escuchando a más personas habar sobre él y es menos raro para otros cuando les digo dónde vivo. En lo que hablamos, creemos que eso debe a la apertura del Olímpica que se ha convertido en un referente urbano que le da reconocimiento al barrio transformando la ciudad en general.
Pero no sólo ha trasformado la ciudad aportando un nuevo referente urbano, sino que el mismo barrio ha tenido cambios significativos a raíz de eso, aparte de ser más conocido y tenido en cuenta. El supermercado ha transformado el sector completo aportándole más estética y sensación de progreso, además de que está en un espacio que solía ser oscuro y apartado y por ende peligroso, pero se llenó de luz, vigilancia y transeúntes gracias al establecimiento lo que significó mayor seguridad en el sector.
Son increíbles todas las transformaciones que desencadenan pequeños cambios en el espacio y toda la vida que pasa en tan sólo 18 años, lo que me pone a pensar que quizá ya llevo mucho tiempo acá y es hora de hacer cambios para generar grandes transformaciones en mi vida. Tocará empezar a convencer a mis papás de buscar nuevos horizontes y nuevas casas.
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